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sábado, 10 de enero de 2009

Superioridad de la leche materna frente a las fórmulas

El ritmo de vida moderna, cada vez más acelerada, artificial y desestructurante de los patrones tradicionales de consumo, viene imponiendo a nivel mundial la sustitución de un tipo de leche importantísima para sus consumidores por otra que pretende imitarla sin lograrlo y sin embargo se usa de manera creciente, esto es, la leche de fórmula infantil.
Luego de un periodo de resistencia por parte de organizaciones y algún gobierno conciente,[1] la fuerza de las corporaciones se ha impuesto para que hoy en día sea prácticamente cuestión de “elección” para la madre el no amamantar a su bebé, optando por la fórmula artificial. La reducción en el número de madres que alimentan con leche materna avanza alarmantemente en el mundo (arriba del 50%), lo cual da un estatus de “auténtico” sustituto a las leches artificiales.[2] Las leches comerciales de fórmula son invenciones altamente industrializadas, compuestas de polvos de leche de vaca o de soya, producidas en procesos que emplean altas temperaturas que desnaturalizan a las proteínas y agregan muchos carcinógenos.
Las fórmulas basadas en leche de vaca causan muy frecuentemente alergias, mientras que las basadas en soya[3] contienen ácido fítico, − el cual es un bloqueador de minerales − inhibidores del crecimiento, compuestos fitoestrógenos que pueden provocar efectos adversos en el desarrollo hormonal del infante,[4] y una sobrecarga de 200 veces más manganeso que la leche materna.[5] Además, las fórmulas basadas en soya carecen de colesterol, necesario para el desarrollo del cerebro y sistema nervioso del bebé.[6] Un estudio realizado en 1999 en Estados Unidos mostraba que los riesgos de contraer enfermedades así como de muerte se incrementaban varias veces en aquellos niños alimentados con fórmulas comparado con las tendencias vistas en los alimentados con leche materna.[7] Según el estudio, los bebés alimentados con fórmula tenían mayor riesgo de padecer bacteriemias, meningitis, botulismo, diabetes de tipo I, infecciones urinarias; cinco veces el riesgo de morir por el síndrome de muerte súbita infantil, diez veces de padecer enterocolitis necrotizante, el triple de diarrea en China e Israel, cinco veces en Escocia y el doble en Canadá, al menos tres veces más infecciones respiratorias en Estados Unidos, doble riesgo de padecer neuroblastoma (un tipo de cáncer que aparece en la niñez) en Estados Unidos y Canadá con niños que no recibieron leche materna más de un año; la fenilcetonuria, la fibrosis quística, infección pulmonar, disminución de la oxigenación y la malnutrición son todas reconocidas como complicadas por la alimentación a base de fórmula, además se ha comprobado en todo el mundo una tendencia a presión arterial elevada, así como apnea entre los pequeños de fórmula.

A pesar de que la leche materna es muy superior a cualquier fórmula,[8] no debemos olvidar que los plaguicidas y otras toxinas estarán presentes en la leche materna si ellos están presentes en la dieta. Las grasas hidrogenadas deberán ser estrictamente eliminadas de dicha dieta ya que resultan en la reducción de grasa en la leche materna, las grasas trans que se acumulan en dicha leche pueden conducir a una disminución en la agudeza visual y dificultades de aprendizaje en los infantes.[10]

[1] “Durante la década de los 70, una campaña mundial de grupos de base dirigió su atención hacia este problema, [la publicidad que busca hacer creer a las madres del llamado Tercer Mundo de que amamantar a los bebés no es “moderno” y darles el biberón es más sano, lo que llevó a que 1.5 millones de bebés murieran cada año debido a la preparación de leche de fórmula con agua contaminada] boicoteando los productos de Nestlé, un importante productor de leche de fórmula infantil”, debido a ello, la oms desarrolló un Código para la comercialización de substitutos de leche materna, que prohibía frases como “leche materna humanizada” y “equivalente a la leche materna”. Más aún, para proteger a las mujeres iletradas de ser engañadas, el código de la oms prohíbe las fotografías en las etiquetas “que idealicen la alimentación con biberón”. En 1983 Guatemala aprueba una ley que incorpora el código de la oms, y exige que las etiquetas lleven una leyenda que dijera que amamantar es superior en términos nutricionales, y prohibía la distribución gratuita de muestras así como la venta a madres jóvenes en los hospitales. La regulación entra en efecto en 1988, todos la cumplen, excepto Gerber, objetando la nueva ley, se burló de las autoridades sanitarias al no respetar ninguna de las estipulaciones de la misma, no obstante perder en tribunales en 1993, Gerber sigue burlando a la ley con una demanda por supuesta expropiación ilegal de su marca comercial, hasta que en 1995 la creación de la omc (Organización Mundial de Comercio) le permite a Gerber amenazar al gobierno guatemalteco con protestar contra él en un tribunal de dicha omc, al darse cuenta Guatemala del inmenso poder al que se enfrentaba desistió y modifica su ley para que Gerber pueda continuar con su política de comercialización de leche de fórmula en lugar de leche materna (cfr. Fundación para investigaciones ambientales, “Los derechos corporativos frente a la necesidad humana”, en http://www.rachel.org/).
[2] Según la doctora Linda Folden Palmer las distintas fórmulas infantiles no reúnen los requerimientos nutricionales ni inmunitarios de los infantes, lo cual los conduce a trastornos en sus sistemas inmunológicos (cfr. “The deadly influence of formula in America”, en http://www.naturalfamilyonline.com/5-bf/index.htm).
[3] Tan sólo en Estados Unidos cerca del 20% de los infantes son alimentados con leche de fórmula a base de soya, con unos 750,000 niños estadounidenses recibiéndola cada año (cfr. Dr. Mercola, “Soy Milk is Safe! That is What the Formula Industry Says”, en http://www.mercola.com/).
[4] “Un bebé alimentado con formula a base de soya recibe el equivalente a 5 píldoras anticonceptivas de estrógeno al día, los niveles de isoflavonas de estos bebés son de 13,000 a 22,000 veces más alto que aquél presente en los bebés no alimentados con soya” (ibidem).
[5] Los textos de neurología identifican al manganeso como un metal neurotóxico. El investigador Francis Crinella calcula que debido a que el hígado de los pequeños aún no está suficientemente maduro para procesar la carga, a la edad de ocho meses un bebé alimentado con leche a base de soya absorbe aproximadamente 1.1 mg. de manganeso por encima de la necesidad metabólica, “ un monto significante, como de 8 por ciento, es depositado en la región cerebral, vulnerable al riesgo de ataque del manganeso”, lo cual podría conducir a problemas de comportamiento en la adolescencia, hiperactividad y déficit de atención en los niños (cfr. Dr. David Goodman, “Manganese Madness”, en http://www.westonaprice.org/soy/).
[6] Cfr. Sally Fallon, Nourishing Traditions, p. 599.
[7] Cfr. Dra. Linda Folden Palmer, “The deadly influence of formula in America”.
[8] “La lactancia materna es el alimento perfecto para los bebés. Su composición es inigualable, la leche materna es un alimento «vivo» y que cambia en función de lo que el bebé necesita […] se sabe que a través de la leche, la madre pasa sus defensas al recién nacido. Por eso, los bebés amamantados están muy bien protegidos frente a las enfermedades infecciosas (diarreas, gripes, otitis, meningitis, etcétera). Además de calorías, defensas y vitaminas, la leche tiene unas sustancias de valor incalculable: los ácidos grasos que favorecen enormemente el desarrollo cerebral. […] La lactancia materna tiene muchas ventajas para la salud de la madre: disminuye la hemorragia posparto, favorece la pérdida del peso, una mejor remineralización ósea en el posparto, y reduce el riesgo de cáncer de ovario y de mama. […] Sin embargo, tal vez el motivo más importante para recomendar la lactancia sea que favorece el vínculo, que es algo tan sencillo como decir que permite que el bebé crezca sintiéndose muy querido y feliz, lo que a la larga hará que sea un niño con una buena autoestima y confianza en sí mismo” (Ibone Olza, Enrique Lebrero; ¿Nacer por cesárea?, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2006, pp. 77-78). “No olvidemos que, precisamente el tetar es fundamental, no sólo por sus componentes fisiológicos sino porque es fuente de placer sexual oral para el O.E. [Organismo Extrauterino], medio por tanto de regulación energética a través de los episodios de «orgasmo oral» –momentos aislados, pero muy intensos, donde el bebé puede llegar a tener convulsiones por todo el cuerpo consecuencia del reflejo orgástico− y que, según describe E. Baker [Man on the trap, Edit. Mac Millan, N.Y. 1969] «algunos pediatras han confundido con ataques epilépticos»” (Xavier Serrano Hortelano, “Contacto-vínculo-separación, sexualidad y autonomía yoica”, Publicaciones Orgón, Valencia, 1994, p. 61).

[10] Sally Fallon, Nourishing Traditions, p. 599.


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