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viernes, 13 de febrero de 2009

SE HEREDA LA CAMA, NO EL CÁNCER. IMPORTANCIA DE LA GEOBIOLOGÍA EN LA SALUD


Muchas personas opinan que el cáncer es hereditario, pues varios miembros de una misma familia han padecido cánceres similares. Los estudios oncológicos parecen desmentir tales supuestos, y oficialmente no hay pruebas que demuestren que el cáncer sea hereditario.
En los estudios geobiológicos, hemos podido comprobar que en muchas ocasiones no se hereda la enfermedad (aunque se herede una predisposición o tendencia), pero en cambio suele heredarse la casa, la vivienda y, muy a menudo, “la cama”.


En caso de que la cama donde durmieron nuestros padres estuviese situada sobre una zona patógena y que les afectase en algún tipo de trastorno o patología, es probable que también nosotros padezcamos trastornos semejantes si ocupamos el mismo emplazamiento de la cama en la misma habitación. Quede claro que los trastornos serán consecuencia de situarnos en la vertical de la misma zona alterada, o sea en el mismo emplazamiento de la cama que nuestros antecesores, no en la misma cama como algunos piensan.


El siguiente caso ilustra en alguna medida lo expuesto. Va incluso más allá, pues corrobora el hecho de que cuando estamos expuestos a un solo factor de agresividad, el organismo puede hacerle frente, lo que no sucede cuando son varios los factores de riesgo:


Arenys de Mar (Barcelona).
Un hombre moría de cáncer de páncreas, con metástasis en hígado, tras 17 años de ocupar la posición A: zona freática subterránea, cruce de líneas Hartmann en la parte afectada y fuerte contaminación electromagnética: 200 nT.


Curiosamente, la misma posición de la cama ocupada durante años por los padres de este hombre, que tras el matrimonio del hijo, pasaron a dormir en la habitación del piso superior, en la misma vertical. La madre murió de un cáncer de hígado, y el padre de un cáncer de testículos. De ahí a pensar que el cáncer es hereditario no hay más que un paso.


La esposa del mencionado hombre ocupó durante este periodo la posición B. No sufrió mayores trastornos que unas dolorosas e incómodas hinchazones del vientre, que no tenían explicación y a los que en los análisis clínicos no se les hallaba la causa. Desaparecían con cierta rapidez. Lo anecdótico, en este caso, es que el matrimonio estuvo cinco años deseando un embarazo (y por consiguiente sin tomar ninguna precaución anticonceptiva). A pesar de que los médicos les aseguraran que ambos eran aptos, habían perdido toda esperanza. Hasta que un verano, con la visita de unos familiares a los que por cortesía se les ofreció la cama de matrimonio, la pareja pasó a ocupar la cama D. A los pocos meses de dormir allí, la mujer quedaba embarazada. Su hijo, que ahora tiene 12 años, ocupa la cama E. No ha padecido ningún trastorno serio de salud a pesar de que la contaminación electromagnética en su habitación es de 100 nT.


Cuando se realizó el estudio en la vivienda, la mujer llevaba dos meses en la habitación contigua a la de matrimonio, en la posición C, donde se detectó una alteración telúrica y un cruce de líneas H a nivel de la parte inferior de las piernas. Fue grande la sorpresa de esta señora al comprobar que ésa era la causa de los fuertes dolores de pantorrillas que a mortificaban todas las mañanas al despertar, y que durante el día desaparecían, para volver a la mañana siguiente. En ese mismo período, y mientras ocupaba la posición C, padeció una fuerte depresión, que fue achacada al trauma de la muerte del marido, así como taquicardias durante la noche. Tras el cambio a la posición D, estos trastornos desaparecieron.

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