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miércoles, 17 de junio de 2009

Aclarando mitos en cuanto al "tratamiento" vs. el cáncer

El engaño del “riesgo relativo”

¿Cómo es posible que a los pacientes se les ofrezca rutinariamente el tratamiento quimioterapéutico, cuando los beneficios obtenidos son tan insignificantes? En su discusión, los autores citan la tendencia por parte de la profesión médica, de presentar los beneficios de la terapia en términos estadísticos que, aunque técnicamente correctos, raramente son comprendidos por el paciente.

Por ejemplo, con frecuencia los oncólogos expresan los beneficios de la quimioterapia en términos de lo que se llama “riesgo relativo”, en lugar de proporcionar información lisa y llana del porcentaje de supervivencia total. El riesgo relativo es una jerga estadística que permite presentar el beneficio de recibir una intervención médica de manera que, aunque técnicamente correcta, tiene el efecto de hacer que la intervención parezca mucho más beneficiosa de lo que realmente es.

Si recibir un tratamiento hace que el riesgo del paciente descienda de un 4 % a un 2 %, esto puede ser expresado como un descenso del riesgo relativo del 50%. Es un valor nominal que suena bien. Pero otra manera de expresarlo, igualmente válida, es decir que ofrece un 2% de reducción del riesgo absoluto, lo que resulta menos probable que convenza a los pacientes para que se apliquen el tratamiento.

Los pacientes no son los únicos a los que se confunde con el uso excesivo del riesgo relativo cuando se informa de los resultados de la intervención médica. Varios estudios han demostrado que también los médicos resultan frecuentemente confundidos con estos trucos estadísticos. Según uno de tales estudios, publicado por la revistaBritish Medical Journal, la percepción del médico sobre la efectividad de los fármacos, y su decisión de recetarlos, está influenciada significativamente por la manera en que se le presentan las pruebas clínicas de estos fármacos. Cuando los resultados están expresados como una reducción del riesgo relativo, los médicos creen que el fármaco es mucho más eficaz, y están mucho más propensos a su prescripción que cuando los mismos resultados son presentados como una reducción del riesgo absoluto (Bucher 1994).

Otro estudio, publicado en la revista Journal of Clinical Oncology ha demostrado que la forma en que se presentan los beneficios de supervivencia influencia específicamente las decisiones de los oncólogos para que recomienden la quimioterapia. Dado que un 80% de pacientes eligen seguir la recomendación de sus oncólogos, la forma en que el oncólogo percibe y transmite los beneficios del tratamiento es de vital importancia. El estudio ha demostrado que, cuando se proporciona a los médicos los valores de riesgo relativo de un tratamiento quimioterapéutico, están más dispuestos a recomendarlo a sus pacientes que cuando se les da la misma información matemática, expresada como una reducción del riesgo absoluto (Chao 2003).

La manera en que se presenta la información clínica en la literatura profesional tiene por tanto una clara e importante influencia en la recomendación de tratamiento que el oncólogo efectúa. Como ejemplo, un fármaco presentado como que reduce la recidiva del cáncer en un 50% es probable que atraiga la atención y el respeto tanto del oncólogo como del paciente, aunque el riesgo absoluto de que prevenga esa reincidencia pueda ser bajo, quizá sólo del orden de un 2 ó 3 por ciento, y la reducción del riesgo absolutao inconmensurablemente pequeña.

A su favor, los autores australianos del estudio sobre la efectividad de la quimioterapia dirigen el tema del riesgo relativo contra el riesgo absoluto. Sugieren que el abismo aparente entre la percepción pública de la efectividad quimioterapéutica, y los registros actuales de su mediocre actividad pueden ser ampliamente atribuidos a la tendencia, tanto de los medios informativos como de la profesión médica, para expresar su eficacia en términos de riesgo relativo en lugar de riesgo absoluto.

Tal como escriben los autores: “la mínima repercusión en la supervivencia de los cánceres más comunes choca con la percepción de muchos pacientes, que sienten que están recibiendo un tratamiento que incrementará significativamente sus posibilidades de curación. En parte esto representa que se presenta la información como una reducción del riesgo, en vez de cómo un beneficio absoluto de supervivencia, y que se exagera los coeficientes de respuesta incluyendo la “estabilización de la enfermedad”.

Como ejemplo de cuán sobre valorada está la quimioterapia, citan el tratamiento del cáncer de mama. En Australia, en 1998, de un total de 10.661 mujeres diagnosticadas de cáncer de mama, 4.638 fueron consideradas aptas para recibir quimioterapia. De esas 4.638 mujeres, sólo 164 (un 3,5%) obtuvieron realmente algún tipo de beneficio de la quimioterapia. Tal como señalan los autores, el uso de los recientes protocolos quimioterapéuticos, que incluyen los taxanos y las antraciclinas (Adriamicina, Daunomicina, Idarubicina, Mitoxantrone) para el cáncer de mama, pueden elevar la supervivencia en un porcentaje adicional estimado de 1%, aunque esto se consigue a expensas de incrementar el riesgo de toxicidad cardíaca y del sistema nervioso.

Tampoco existe evidencia convincente”, escriben “de que la utilización de protocolos con drogas más nuevas y costosas sea mucho más beneficioso que los protocolos utilizados en los años 70”. Añaden que dos revisiones sistemáticas de las evidencias no habían sido capaces de demostrar ninguna ventaja de supervivencia por quimioterapia en el cáncer de mama recurrente o metastásico.

Otro factor que ensombrece el tema es la creciente tendencia de utilizar en las pruebas clínicas lo que llaman “”surrogate end points” como criterio por el que medir la efectividad de un protocolo quimioterapéutico. Eso en lugar de utilizar las únicas medidas reales que interesan a los pacientes: la prolongación de vida desprendida de la supervivencia total, y una mejor calidad de vida. Surrogate end points tales como “la supervivencia sin progresión”, “la supervivencia sin enfermedad”, o la “supervivencia sin recurrencia”, pueden reflejar tan sólo treguas temporales en la progresión de la enfermedad. Esta estabilización temporal de la enfermedad, si es que acaba ocurriendo, apenas dura como mucho algunos pocos meses. Lo típico es que el cáncer regrese, a veces con vigor renovado, y la supervivencia no resulte más larga tras esas intervenciones. Sin embargo, los ensayos en los que se informa en términos de surrogate end points pueden crear la ilusión de que las vidas de los pacientes desesperadamente enfermos quedarán alargadas de forma significativa, o que serán más llevaderas gracias a la quimioterapia, cuando en realidad no es el caso.

En resumen, lo que los autores declaran es:

La introducción de quimioterapia citotóxica para tumores sólidos, y el establecimiento de la sub-especialidad de oncología médica, han sido aceptados como un avance en la gestión del cáncer. Sin embargo, a pesar de las reivindicaciones del principio señalando a la quimioterapia como la panacea en la curación de todos los cánceres, el resultado de la quimioterapia citotóxica queda limitado a pequeños sub-grupos de pacientes y ocurre principalmente en los tumores menos habituales. “


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