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lunes, 22 de febrero de 2010

La resistencia de Loïc Le Ribault. Continuación 1 parte

Jean-Michell Graille, foto: Fabienne Mercier.

Jean-Michell Graille, foto: Fabienne Mercier.

Las increíbles consecuencias de este artículo arrastrarían a Le Ribault a un conflicto incontrolable con la judicatura y otras fuerzas (más ocultas). En los días que siguieron a la publicación del artículo, Le Ribault recibió un total de 35.000 llamadas de teléfono, cartas y visitas de pacientes. Se vió obligado a alquilar un hotel y llamar a científicos, médicos y amigos para que le ayudasen con las llamadas y las visitas. Sud-Ouest Dimanche tuvo que contratar a ocho recepcionistas para atender las llamadas. El servicio local de la telefónica se averió y las líneas telefónicas de las comisarías de policía y de las oficinas de correos se colapsaron. Durante los tres meses que siguieron a la publicación del artículo, Le Ribault hizo lo que pudo para tratar a los miles de personas que convergieron en la zona para pedir ayuda; asegura que los farmacéuticos del lugar perdieron en torno a un 35% del volumen de ventas durante este maremoto.

El artículo tuvo otros resultados más siniestros. En cuanto salió, afirma Le Ribault, a otros periódicos se les advirtió de que no debían publicar más artículos sobre el tema. Recibió frecuentes amenazas de muerte, robaron en su casa y sus colaboradores fueron amenazados. Una mujer de mediana edad, que había sido su ayudante durante muchos años, fue tomada como rehén durante una hora en la casa de Le Ribault, durante la cual fue atacada y herida gravemente. Le Ribault y su colega identificaron al agresor, un criminal marsellés que había intentado obligar a Le Ribault a que le concediese una franquicia del G5. Informó a la policía, pero ésta no hizo nada al respecto.

Bien por conspiración o simplemente por oportunismo criminal, de repente empezaron a surgir compañías que afirmaban emplear el sílice orgánico en terapéutica. Muchas de estas compañías utilizaron los nombres de Le Ribault y Duffaut, sus fotografías e incluso sus firmas falsificadas. Anuncios ilegales en los que se citaban fragmentos del artículo de Graille inundaron el mercado. Más tarde Le Ribault vió análisis de estos productos hechos por laboratorios públicos; dice que bien eran agua, sílice mineral o bien una peligrosa síntesis inestable de sílice orgánico.

Le Ribault no tuvo nada que ver con estos negocios, pero, en enero de 1996, tras haber recibido una serie de quejas relacionadas con estos productos falsos, la Orden de los Médicos y la Orden de los Farmacúeticos (las instituciones profesionales que protegen los intereses de los médicos y de los farmacéuticos en todo el Estado francés) presentaron una querella contra Le Ribault ante un juez instructor. La querella citaba prácticas ilegales de medicina y farmacología. Al principio, con la ingenuidad propia del que está divorciado de la política, a Le Ribault le gustó que se hubiese presentado la querella; «era algo que deseaba, algo que había estado esperando que ocurriese. Creía que ahora el tribunal se vería obligado a mandar a alguien que hiciese los tests». Le Ribault tuvo un plazo de seis meses antes de celebrarse la vista.

A Le Ribault los árboles no le dejaban ver el bosque, en medio de estos ataques no se daba cuenta de que se había puesto en marcha una campaña total cuyo objetivo era poner fin al uso terapéutico de su descubrimiento. Su confusión y desdicha se agudizaron con la muerte de Jena-Michel Graille en abril de 1996. Graille, quizás su defensor más elocuente ante el público, murió súbita e inesperadamente de una apoplejía a la edad de cincuenta años mientras se relajaba en su jardín.

Viaje a Antigua.

Le Ribault evoca su falta de mundo y los peligros a los que se ha enfrentado con cierto regocijo. La historia que le produce la mayor autoreprobación, por lo demás un oscuro melodrama, es la que cuenta cómo terminó en la isla de Antigua en el Caribe. Tras la publicación de la historia de Graille, muchos individuos enviaron dinero (en total 125.000.000 de pesetas) para que Le Ribault pudiese construir una clínica. Entre los tiburones que aparecieron de repente para reclamar un trozo del pastel había un grupo de «hombres de negocios» que querían aconsejar a Le Ribault sobre cómo fundar una compañía. Se dejó aconsejar por ellos y transfirió el control de la nueva compañía a los accionistas nominativos sugeridos por el grupo.

Tras algunas discusiones y planificaciones, le dijeron a Le Ribault que se habían establecido contactos y abierto cuentas bancarias para que él pudiese establecer su clínica en Antigua. Con un billete pagado por la compañía, partió para Antigua clandestinamente (se habían llevado el pasaporte cuando entraron a robar en su casa) a través del protectorado francés de Martinica. Cuando aterrizó en Antigua y vió que no había nadie allí para recibirle se empezó a dar cuenta de que estaba solo en el otro lado del mundo sin pasaporte, sin saber inglés, sin fondos y sin amigos. «Me habían dicho que el Primer Ministro en persona me estaría esperando en Antigua con un pasaporte diplomático y que podría viajar con total libertad. Se me dijo que había una cuenta bancaria a mi nombre y que estaba todo preparado para que pudiese poner en marcha la clínica. Por supuesto, cuando llegué allí, no había nadie esperándome. Sólo tenía conmigo tres botellitas de G5».

Con su habitual inventiva, Le Ribault empezó a tratar a los ricos, a los ancianos y a los dueños de los barcos (a menudo aquejados de artritis) cuando volvían por las tardes de navegar durante todo el día en torno a la costa. Al finalizar su primer día de trabajo tenía 25.000 pesetas en el bolsillo y citas para toda la semana siguiente. Una semana más tarde ya tenía dinero suficiente para volver al Estado francés si hubiese querido.

Gracias a su perseverancia, Le Ribault hizo los contactos que otros tenían que haber hecho para él en Antigua. «Obtuve el permiso del Primer Ministro para poner en funcionamiento un centro de salud. Tenía dos tipos de pacientes: los pacientes locales, que no tenían dinero y a quienes nunca se lo pedí (pagaban por su tratamiento lo que podían; me traían pescado, verduras u otras cosas); y por las noches me iba a los grandes hoteles llenos de turistas millonarios, para curarles las quemaduras del Sol. Cada día tenía entre veinte y cuarenta turistas como pacientes. El G5 alivia el dolor de las quemaduras solares en cinco minutos y en una hora cura la propia quemadura. También enseñé a los camareros de los bares del hotel a aplicar el G5, así que todas las noches los camareros ponían cataplasmas a los turistas».

Durante el tiempo que estuvo en Antigua, Le Ribault mantuvo una amarga relación con su tierra natal. Cuando firmó un acuerdo legal para producir y aplicar el G5 en Antigua, se aseguró de que la prensa francesa plantease preguntas incómodas sobre la situación de este producto en el Estado francés. Su estrategia de turbación le costaría muy caro. Dos días después de que el tema surgiese en los periódicos franceses, la policía registró la casa de su madre de ochenta y cinco años, y la interrogaron durante cinco horas. Su madre, que antes del interrogatorio estaba sana y en buena forma, cayó enferma esa misma noche. Nunca se llegó a recuperar y murió dos semanas más tarde.

La policía dijo a la madre de Le Ribault que había una orden de arresto contra su hijo y que estaban buscando documentos relacionados no sólo con el G5, sino también con su laboratorio forense, CARME. Ahora Le Ribault piensa que cuando comenzaron sus problemas con el G5, la policía, que le veía como un «peligro andante», filtrase información sobre casos policiales delicados. Desamparado en el Caribe, a Le Ribault le entristeció profundamente la muerte de su madre y le enfureció lo que parecía ser una estrategia gratuita de la policía. Después de todo, no se había escondido en Antigua: el juez que llevaba la demanda interpuesta contra él, tenía su número de teléfono, su número de fax y su dirección. «La policía sabía que mi madre era muy mayor y estaba muy cansada. Supongo que cuando murió pensaron que asistiría al funeral y que entonces podrían arrestarme».

En noviembre de 1997, Le Ribault se vió obligado a volver al Estado francés para recuperar documentos personales y de trabajo que necesitaba para continuar trabajando en Antigua. Sabiendo que había una orden de prisión contra él, decidió volver en secreto. «Mi intención era enseñar el contrato que tenía en Antigua a la gente en Francia, con la esperanza de conseguir uno similar allí. Visité a médicos y a otros simpatizantes que pensé podían dar publicidad a mi caso».

Fin de la primera parte.

Notas y referencias:

1Loïc Le Ribault tiene una licenciatura en Artes de la Sorbona (1970), títulos de Oceanografía, Ecología y Ciencias de la Tierra por la Universidad de París (1971), una licenciatura superior en Geomorfología de la Universidad de París (1971) y tres doctorados, en Sedimentología, Ciencia y Naturopatía. Ha recibido muchos honores y premios, es el autor de cinco libros y más de 100 estudios publicados, así como de muchos artículos. Ha dado más de 300 conferencias en universidades y congresos en todo el mundo. Entre 1982 y 1991, Le Ribault presentó pruebas en más de mil casos, ayudando a condenar a 800 acusados generalmente de asesinato y otros crímenes violentos. Introdujo no sólo el microscopio electrónico en el trabajo forense criminal del Estado francés, sino también el laboratorio móvil de alta tecnología construido en la parte posterior de una furgoneta.
2Trabajando con el microscopio electrónico, Le Ribault llegó a saber tanto del sílice que podía determinar la historia geológica de un grano de arena; en su primer libro «La Historia de un Grano de Arena» nos lo cuenta. Cuando fue abordado por primera vez por el FBI para que analizara tres muestras ciegas de arena, pudo decirles el lugar exacto en el mundo de donde se habían extraído, que una de las muestras había sido tomada del capó de un coche y que otra había estado en las proximidades de una explosión en Beirut.
3Carlisle, Edith M. El silicio es un elemento esencial. Ciencia medioambiental y nutricional, escuela de salud pública, Universidad de California, Los Ángeles. Nuevos Candidatos a la lista de elementos esenciales. Federation proceedings. Volumen 33. Número 6. Junio 1974.
4Gel elástico y elastómero en la cicatrización de heridas en conejos, Aubert, J.P. Magolon, G.J. Chir. París, diciembre 1993; 130 (12): 533-8).
5Tratamiento de quemaduras y curación de heridas con compresión secundaria utilizando vendajes con aerosil. Mishchuk I.I., Nagaichuk, V.I., Gomon, N.L., Berezovskaia, Z.B., Ossovskaia, A.B. Klin. Khir 1994 (4): 21-2).
6Ver, por ejemplo, el caso del metil-sulfonil-metano (MSM), que tiene semejanzas notables con el caso del OS5. El MSM es un azufre orgánico que se encuentra en la carne, el pescado y los vegetales frescos, y que se utilizaba originariamente en forma sintética como nutriente de animales con articulaciones rígidas, pero que ahora se vende como suplemento alimenticio con el nombre de Supersulf. El Dr. Robert Hershier, que sintetizó el compuesto, siempre se ha negado a tratar con compañías farmacéuticas porque sabe que la sustancia sería retirada y sujeta a largos procesos, que elevarían el precio del MSM. El doctor Hershier, no obstante, ha conseguido que su terapia sea aceptada como suplemento alimenticio por la Food and Drug Administration estadounidense.
7Jean-Michel Graille (1984) Dossier Priore: une nouvelle affair Pasteur?. Editions Denoel, Paris. Durante la segunda guerra mundial, Priore, un oficial de la marina italiana, descubrió que ciertas formas de radiación podían curar el cáncer. Tras la guerra, Priore se fue al Estado francés y construyó una máquina que generaba radiación con la que comenzó a obtener buenos resultados en cancerosos. Su trabajo fue observado, respaldado y verificado con gran interés y excitación por parte de los estamentos políticos franceses. Pero cuando especialistas en cáncer realizaron un informe científico «independiente» sobre su trabajo, sus negativas conclusiones destruyeron su labor. Priore murió en 1983.

Artículo publicado en el número 55 de la revista «Medicina Holística». Edita: Asociación de Medicinas Complementarias.

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